Salón de teatro del Palacio de El Pardo. Franco se hacía proyectar en él sesiones privadas de cine. Se hicieron famosas algunas de sus reacciones, como su permisividad ante la escandalosa
Gilda -por haberle caído simpática la actriz protagonista, española-, el estimar inofensiva
Ana y los lobos de Saura -porque "no se entendía nada"-, o su incomprensión ante el escándalo vaticano por
Viridiana -porque consistía simplemente en "chistes de baturros"-.